La
psicoanalista Mariela Michelena, escritora
de “mujeres que lo dan todo a cambio de nada” en una entrevista, revela hasta
donde nos tocan los estereotipos infantiles o fantasiosos que nos fueron
impuestos, o que nosotras mismas nos imponemos, y las características que suelen
ser las que se repiten con más frecuencia en las relaciones de las mujeres con
las que ella ha trabajado.
Intermitencia. |
Ella
en uno de sus libros nos menciona estos tipos de relaciones, comenzamos con la intermitencia:
relaciones que son on&off, aquellas que son montañas rusas, terminan,
regresan y de nuevo el ciclo se repite, son relaciones de grandes pasiones,
grandes peleas, grandes broncas, lo dejamos para siempre jamás, y con
reconciliaciones espectaculares. Y en el nombre de estas reconciliaciones “todo
vale la pena y todo se perdona”. Que más que una relación son un pecado, porque
no es verdad que él va a cambiar, ni es verdad que tú vas a cambiar.
Impostura o síndrome de cenicienta |
La
impostura
o el síndrome de Cenicienta, cuando el hombre viene con su “zapatito” y tú
tratas de adaptarte a él. Originalmente en el cuento de los hermanos Grimm una
de las hermanastras de Cenicienta se corta los dedos de los pies para entrar en
el zapato, inútilmente claro, y la otra hermana, al ver que eso no funciona,
opta por rebanar su talón para entrar en el zapato, obvio inútilmente. Las mujeres, con tal de entrar en el zapato
que el otro nos presenta, somos
capaces de sacrificios innombrables que mutilan lo que somos, lo que hacemos,
lo que hemos conseguido, con tal de entrar en ese dichoso zapatito de cristal.
Sumisión o Síndrome de Anastasia Steel. |
En el caso de la sumisión en el pecado
llevamos la penitencia por que el deseo es lo único que se alimenta del hambre,
no de la saciedad, y para que haya deseo tiene que faltar algo, tiene que haber
algo escondido. Y eso es lo que mantiene vivo el deseo, no “aquí te doy todo,
yo soy toda tuya”, porque eso es una madre.
Adicción. |
La adicción, que forma parte de
este tipo de relaciones en las que da igual el tiempo que haya pasado entre un
encuentro y el siguiente, porque el efecto es como el del primer whisky en un
alcohólico. Y ella da un único consejo el de "no al primer café".
Otra
cosa muy importante que ella menciona es el tema de la autoestima, y es que no
le parece que el origen de una mujer malquerida se encuentre en una baja autoestima, sino en todo lo contrario,
en una autoestima mal entendida. En una persona que se cree capaz de soportarlo
todo, capaz de perdonarlo todo, capaz de tolerarlo todo. No sabemos decir ‘no
quiero o no puedo’. En Facebook
no existe un "no me gusta", pero en la vida tiene que haber un punto en el
que uno pueda decir ‘no me gusta’. Pero si crees que decir "no puedo" da una
imagen de fragilidad… empiezas a decir sí es donde tenías que haber dicho no es,
y empiezas a enfundarte en zapatos imposibles y en vestidos de otra talla. Son
amores de otra talla, y a lo mejor a otra mujer le va estupendo con este señor,
pero a ti te va fatal.
Algunos consejos que Mariela nos proporciona
para reconocer los signos que indican que esa persona no es adecuada para ti,
que esa relación no va a ir bien, y alejarte así cuanto antes de alguien que no
te conviene.
Al
principio de una relación hay cosas muy difíciles de detectar porque las dos
personas que se encuentran no existen, son cada una producto de la imaginación
del otro, ya que el enamoramiento hace que tú idealices a la otra persona y que
la otra persona te idealice a ti. Así que cualquier defecto que detectes en
este punto lo dejaras pasar y lo re-interpretaras a favor del ser amado.
Dos cosas
muy importantes y que si puedes ver en seguida. Una es la reciprocidad, el que
lo que tu das sientas que se te retribuye, es decir, que el otro esté dispuesto
a dar lo que tu otorgas. Por supuesto que siempre hay que renunciar a cosas para la
vida en pareja. La vida de pareja supone compartir
y no vas a encontrar a alguien al que le gusten exactamente las mismas
cosas que a ti, que quiera las mismas cosa que tú. Siempre hay una renuncia, pero
esa renuncia no debe recaer solamente en un lado del terreno de juego,
sino que debe de repartirse más o menos
equitativamente.
Y lo otro es la comodidad. Si tú no te sientes cómoda en tu relación, si sientes que tienes que desempeñar un determinado papel y que tienes que cumplir ciertas expectativas, algo falla. Por ejemplo, he escuchado a pacientes decir - si estamos en el coche y hay un atasco y llueve, yo me siento culpable de que esté lloviendo-. Eso se llama miedo, y lo contrario del miedo es la comodidad. Si no te sientes cómoda en la relación porque te parece que te tienes que portar de una cierta manera, que tienes que aplacarlo y contentarlo, hay algo que no funciona. Uno se tiene que sentir cómodo, cómodo en tu vida, cómodo de ser la mujer que eres, con la profesión que tienes, con la vida social que llevas, con las amigas que has elegido… Habrá cosas a las que cada uno deba renunciar, pero si tengo que decir dos cosas que te puedan servir como signos de alarma serían la comodidad y la reciprocidad. Y, sobre todo, no hay que pensar en que esto es cuestión de tiempo y él va a cambiar, una trampa en la que solemos caer.
Y lo otro es la comodidad. Si tú no te sientes cómoda en tu relación, si sientes que tienes que desempeñar un determinado papel y que tienes que cumplir ciertas expectativas, algo falla. Por ejemplo, he escuchado a pacientes decir - si estamos en el coche y hay un atasco y llueve, yo me siento culpable de que esté lloviendo-. Eso se llama miedo, y lo contrario del miedo es la comodidad. Si no te sientes cómoda en la relación porque te parece que te tienes que portar de una cierta manera, que tienes que aplacarlo y contentarlo, hay algo que no funciona. Uno se tiene que sentir cómodo, cómodo en tu vida, cómodo de ser la mujer que eres, con la profesión que tienes, con la vida social que llevas, con las amigas que has elegido… Habrá cosas a las que cada uno deba renunciar, pero si tengo que decir dos cosas que te puedan servir como signos de alarma serían la comodidad y la reciprocidad. Y, sobre todo, no hay que pensar en que esto es cuestión de tiempo y él va a cambiar, una trampa en la que solemos caer.
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